Bienvenidos, compañeros de armas

A quienes han vestido el uniforme, a quienes han sudado, sufrido y sangrado los mismos colores. A los que han soportado con entereza inclemencias, castigos y abusos, los servicios interminables, las noches de guardia en el frío y las jornadas extenuantes bajo el sol abrasador. A los que han conocido el peso del sacrificio y la hermandad que solo se forja en la adversidad, quiero daros la bienvenida.

Durante casi dos décadas fui uno de vosotros. Compartí la fatiga de las marchas interminables, la incertidumbre del destino y la disciplina férrea de nuestra profesión. Pero la vida, con su imprevisibilidad, me llevó por otro camino. Una lesión marcó el final de mi andadura en las filas y, con ella, el inicio de una nueva misión: la abogacía.

La palabra advocatus, origen de "abogado", significa aquel que habla en nombre de los que no pueden. Esa es ahora mi vocación: poner mi conocimiento al servicio de quienes siguen en la lucha, en el barro, en los acuartelamientos y despliegues, en las largas noches de servicio y en las batallas que no siempre se libran con un fusil, sino en los tribunales y despachos.

Sé que en muchos momentos os habéis sentido solos, sin una mano amiga que os guíe ante la complejidad de normas, sanciones, expedientes o injusticias. En la medida en que el tiempo me lo permita, este espacio será ese punto de apoyo que me hubiera gustado encontrar cuando más lo necesité. Aquí pondré a vuestro alcance guías, leyes, manuales y soluciones que os ayuden en vuestro duro día a día. También intentaré resolver dudas, aclarar caminos y, sobre todo, estar ahí cuando necesitéis orientación o un consejo sincero.

Porque aunque haya colgado el uniforme, el espíritu sigue intacto. La lealtad a los que compartieron mi senda no se extingue con el paso del tiempo.

Aquí tenéis vuestra trinchera jurídica. No estáis solos.

Un fuerte abrazo